Su unión hace posible la elaboración de grandes vinos que transmiten una importante herencia: el amor por la tierra y sus frutos.
Las imágenes son ilustrativas. Importante: las añadas pueden diferir del producto que se entrega.
Su unión hace posible la elaboración de grandes vinos que transmiten una importante herencia: el amor por la tierra y sus frutos.
Michel Rolland "descubrió" Argentina en 1988. Sintiéndose seducido por este país: su ambiente, su gente, la belleza de sus paisajes, su cultura... y su formidable potencial vitivinícola, muy pronto adquirió la convicción de que en Argentina se reunían todas las condiciones para elaborar un vino de primerísima calidad.
Durante su búsqueda, Michel Rolland, asociado a Jean Michel Arcaute, viticultor bordelés el Pomerol, descubrió a unos 100 km al sur de Mendoza, última gran ciudad antes de llegar a la majestuosa Cordillera de los Andes, un enclave ideal de 800 ha, a 1.100 metros de altitud, con una exposición solar única, unos suelos constituidos por cantos rodados, arcilla y arena recubiertos de una rala vegetación semidesértica; salpicado aquí y allá por enormes rocas, testigos de la prehistoria. Así empezó la historia del Clos.
“Hay buenos terruños en todas partes pero Argentina tiene una situación geográfica privilegiada. Su posición con respecto a la Cordillera de los Andes le permite jugar con la altitud y suavizar las temperaturas en un país bañado por el sol. Sus suelos, constituidos por el material de arrastre procedente de la cordillera (gravas y piedras), son especialmente interesantes”. - Michel Rolland