Son aquellos tipos de vino que en su proceso de elaboración, incorpora procesos especiales para aumentar su estabilidad y aumentar su graduación alcohólica, sin perder por ello su condición de derivado 100% de la uva.
La técnica más común para fortificar el vino es el "encabezado", consiste en añadir azúcar durante o antes del proceso de fermentación. Esto da como resultado un vino de mayor graduación alcohólica (17 a 25 grados), de mayor textura y sabores más robustos. Generalmente, este tipo de vinos son más dulces debido a los azucares que no consiguieron fermentarse. También tienen mayor estabilidad: una vez abierta, una botella de vino fortificado puede durar varios meses sin perder sus propiedades al gusto.
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